08 abril, 2011

Que me los presenten. Que me presenten a esas malas bestias que son capaces de insultar y pegar feroces palizas a las mujeres que les juraron amor eterno. Que me presenten a esos seres humanos que miran a los ojos a la madre de la mujer a la que acaban de maltratar y tienen el coraje de decirle que su hija es una cualquiera. Que me presenten a todos esos hombres que gritaron al mundo que amaban a una mujer, pero que en lo privado, demostraron lo poco que significa la palabra amar. ¿Cómo lo hacen? ¿Cómo tienen el valor de acabar con la vida de una mujer, con la excusa, la maldita excusa, de que son ellos los hombres? Ahora mismo, mientras lees esto, miles de mujeres están llorando, gritando con voces desgarradas que alguien, cualquier persona, haga que esa bestia deje de golpear su puño o cualquier objeto dañino contra su indefenso cuerpo. Son millones las que mueren en las manos de “hombre” y miles las que acaban con su propia vida por no poder aguantar el dolor que supone estar viva. A esos ladrones de sueños, que sólo piensan en hacer daño a mujeres indefensas que se encuentran perdidamente enamoradas y llegan a creer que ellas son las únicas culpables de todo.
Que me presenten a esos ladrones de infancia, ladrones de alegría y juventud. Que me presenten a esos seres que son capaces de violar a niñas asustadas. A estos sucios ladrones no les importa las consecuencias, no lo hacen por deseo sexual… Es el puro terror en los ojos lagrimosos de esas princesitas lo que hace que esos seres despreciables se estimulen. Alguien debería explicarles que si una chica, sin importar su edad, dice que no, es NO, porque todas tenemos el derecho de decidir quiénes son las personas que tocan nuestro cuerpo. En cambio, esos seres son felices por ver como las amargas lágrimas de una niña llegan a sus labios secos de pedir ayuda a una madre que desconoce lo que le está ocurriendo en ese momento a su pequeña. Esos hombres egoístas que solo piensan en satisfacerse no piensan que en cada lágrima de esa inocente desaparece cada una de las características de una feliz infancia. A esos despreciables ladrones no les importa que esa niña no vuelva a confiar  en un hombre, que no vuelva a creer las palabras de un chico enamorado, que no vuelva a ser feliz de verdad y que cada noche, sin faltar jamás, recuerde ese terrible pasado, ese momento, sensación a sensación, todas las noches las lágrimas de aquel día volverán a sus dulces mejillas, y esta situación se repetirá durante toda su vida, porque nadie se puede olvidar de ese pasado, nadie olvida ese trauma, esa niña ha demostrado ser fuerte al sobrevivir a tal humillación y ahora como recordatorio vivirá con esa cruz encima. Y es que ese cobarde ladrón desconoce el daño causado y no será jamás capaz de devolverle la juventud a una niña inocente, porque una vez arrebatada violentamente, la infancia no vuelve.
Que me presenten a todos esos hombres de conciencia de piedra. Quiero saber quiénes son porque la verdad es que  les temo, si han sido capaz de cometer esos actos miserables e inhumanos, ¿qué no esperar de ellos? Probablemente caminan por la vida disfrazados de gente corriente, diciendo que son buena gente: es una pena que estas canalladas no dejen impresas una marca imborrable en sus frentes.

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